LA DEMOCRACIA PLURAL

 

MIQUEAS BAUTISTA ARCE

 

SUMARIO: I. La Democracia. Antecedentes. Conceptos y tipos modernos de democracia. II. La democracia plural. Definición. Elementos. Organizaciones autónomas. III. Los problemas democráticos. Los dilemas de la democracia pluralista. El funcionamiento de las democracias.

“Los ideales y valores pueden moldear el mundo real o sucumbir a su venganza (…).”1

Considerando que todo sistema político es y ha sido producto de los seres humanos y que la democracia como otros conceptos, ha tenido distintas vertientes e interpretaciones al correr de los años, he aquí una revisión somera y algunos aspectos de la democracia plural que debemos conocer.

Más allá de la expresión jurídica de democracia, ésta debe verse como producto de un desarrollo histórico, ubicarse en su tiempo y su espacio, ya que, producto humano al fin, es cambiante. En primer término podemos afirmar como los dice Dahl, que en todos los países democráticos la concentración de poder en la rama ejecutiva y en las burocracias centrales, se ha incrementado en gran medida en estos siglos y el problema del pluralismo democrático existe en todos los países democráticos; es decir, es un problema universal en la democracia moderna. De tal forma que, como alguna vez sostenía Diego Valadés, la democracia formal y material son indisolubles y vincular ambos extremos ofrece la plenitud posible, (…) el dilema no está en optar entre ambas, sino en compaginarlas.2

 

I. La Democracia.

 

“Se me atribuyen pasiones, y sólo tengo opiniones; en todo caso, no tengo mas que una pasión, el amor a la libertad y la dignidad humanas. Todas las formas de gobierno son a mi juicio medios más o menos adecuados, más o menos perfectos, de satisfacer tan santa y legítima pasión del hombre.”3

 

El vocablo democracia, ha formado parte del vocabulario político desde hace unos dos mil cuatrocientos años y ha adquirido distintos significados, relacionados con contextos históricos e ideales diferentes. En el mundo occidental se puede entender la democracia como régimen político que institucionaliza la participación del pueblo en la organización y ejercicio del poder político mediante la intercomunicación o diálogo permanente entre gobernantes y gobernados, el respeto de la dignidad y libertad de la persona humana y de los derechos de los grupos intermedios entre individuo y Estado, en consonancia con el bien común.4

 

Históricamente, nació en las ciudades griegas y revistió la forma de democracia directa. En la antigua Grecia, el régimen esclavista alcanzó su mayor florecimiento y, sobretodo, durante el siglo de Pericles, cuando en Atenas se discutía intensamente en torno a esa forma de gobierno. De aquí sus raíces etimológicas demos y kratos, pueblo y autoridad o gobierno.

 

Es en los Diálogos de Platón donde encontramos que el gobierno pasa a ser democrático “cuando los pobres, habiendo conseguido la victoria sobre los ricos, asesinan a unos, expulsan a otros y se reparten igual con los que quedan los cargos de la administración de los asuntos, reparto que en este gobierno se rige de ordinario por la suerte. Así es en efecto como se establece la democracia, bien por el camino de las armas, bien porque los ricos, temiendo por sí mismos, adoptan el partido de retirarse.”5 Aristóteles, definía la democracia como el gobierno de los ricos en su beneficio o de los pobres en interés propio.6

 

Aunque no podemos hablar de Estado democrático, puesto que en todo caso sería una ciudad-comunidad, lo que eran las polis; tampoco se puede reducir la diferencia entre antiguas y modernas democracias a dimensiones geográficas, ya que estriba en fines y valores.

 

En la democracia feudal, las ideas teológicas de la iglesia católica, la patrística y la escolástica fueron las dominantes, y tuvieron una posición totalmente contraria a la idea, al menos jurídica, de los griegos más avanzados. San Agustín, justificaba plenamente el origen divino de los gobernantes y todo régimen de explotación. Tomás de Aquino expresaba que debe huirse de aquel régimen del cual ordinariamente se siguen mayores males, y esto sucede comúnmente en un régimen en las manos de muchos, más que en la monarquía. Y esto es así porque más frecuentemente sucede que siendo muchos, haya quien falle en busca del bien común, que siendo sólo uno. Lo más conveniente es vivir bajo un rey, que bajo muchos gobernantes.7

 

La filosofía del siglo XVIII, puede ser comprendida en la siguiente definición, el método democrático es aquel sistema institucional de gestión de las necesidades políticas que realiza el bien común, dejando al pueblo decidir por sí mismo las cuestiones en litigio mediante la elección de los individuos que han de congregarse para llevar a cabo su voluntad.8

 

En el siglo XIX, una nueva cosmovisión basada en una interpretación objetiva del desarrollo capitalista que concluye que la historia no se puede interpretar sino a la luz de la lucha de clases, y que esta lucha es el motor mismo de la historia. La interpretación marxista le da un contenido diferente a la llamada democracia del bien común, ubicándola como una simple dictadura de la burguesía y ante ella propone la dictadura del proletariado como una forma transitoria a una plena democracia.

 

Para Marx, la sociedad ideal (el comunismo) representa la libertad absoluta; de tal forma que, la democracia era inferior al comunismo, identificándola con una sociedad dominada por el Estado (el opresor del proletariado). Su obra El Manifiesto Comunista contenía su ideal de democracia: aquella asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos.

 

La democracia liberal, representaría un movimiento para alejarse de la uniformidad de la regulación centralizada, impuesta por un poder concentrado en la corona, los ministros reales y un parlamento no representativo. Por otro lado, la concentración de todo el poder en el pueblo, o en las mayorías, también planteaba un problema grave a la libertad.

 

Los rasgos esenciales de la democracia liberal de nuestros días (calificada como clásica, occidental, política y burguesa) –indirecta, semidirecta y excepcionalmente directa, son: elección de los gobernantes por los gobernados; separación o colaboración de poderes; garantía de los derechos individuales y de las libertades fundamentales; pluripartidismo; y, la aparición de los derechos sociales y de los derechos económicos.

 

Para Sartori, las democracias modernas están relacionadas con el descubrimiento de que el disenso, la diversidad y las partes (que se convirtieron en partidos) no son incompatibles con el orden social y el bienestar del cuerpo político, y están condicionadas por dicho descubrimiento.

 

 

II. La Democracia Plural

 

“Por un lado, el florecimiento de dictaduras, algunas veces en la forma extrema de un régimen totalitario, ha demostrado una vez más que la democracia depende de una dispersión de recursos y poder” 9

 

Para Chantal Mouffe,10 la especificidad de la democracia moderna, entendida como un régimen nuevo, consiste en su carácter pluralista. Este régimen se define como la articulación entre democracia y liberalismo, es decir, entre la lógica democrática de la soberanía popular y la lógica del liberalismo político, tomando a éste como el reconocimiento del Estado de derecho y el respeto a la libertad individual.

Las expresiones pluralismo democrático o democracia pluralista, se refieren a la existencia de organizaciones relativamente autónomas en el ámbito de un Estado. Un país es una democracia pluralista, según Dahl,  si es una democracia en el sentido de intento de democracia de gobiernos a gran escala, donde las organizaciones importantes son relativamente autónomas; por lo que todos los países democráticos son democracias pluralistas.11

 

La mencionada autonomía no está limitada a las organizaciones que como los partidos, son expresamente políticos. Los países democráticos se distinguen por una libertad general para formar y unir organizaciones religiosas, culturales, intelectuales, laborales, agrícolas, comerciales, profesionales, etc. Lo que es más, son una consecuencia directa de la democratización del gobierno de la nación-Estado y son necesarios para el funcionamiento del proceso democrático mismo, para reducir la coerción gubernamental a la mínima expresión, para la libertad política y para el bienestar humano.

El impulso social hacia la organización se intensifica a medida que crece la conciencia de las ventajas que se obtendrán con la cooperación y los recursos combinados. En los países modernos, hay un sentido altamente desarrollado de las ventajas de la organización; de tal forma que las organizaciones tienden a proliferar, a menos que sean suprimidos por la fuerza. Eliminarlas requeriría de un alto régimen coercitivo, capaz de movilizar vastos recursos en mantener un control hegemónico.

A través de la historia, se han desarrollado organizaciones relativamente autónomas alrededor de ciertas situaciones humanas universales que generan experiencias, identificaciones y valores comunes; los nexos familiares, la lengua, el lugar de nacimiento, el lugar de residencia, la religión, la ocupación, todo estimula un impulso hacia la organización y la independencia. Cada organización desarrolla un impulso hacia su propia independencia.

Aunque las organizaciones autónomas no son suficientes para una democracia per se, son un elemento necesario en una democracia a gran escala, tanto como un prerrequisito para su operación como una consecuencia inevitable de sus instituciones; desafortunadamente, pueden ayudar a mantener injusticias, deformar la conciencia cívica, distorsionar la agenda pública y enajenar el control final sobre la agenda. De aquí que Robert Dalh, se refiera a dos límites de la democracia al afirmar que el gobierno de un país no puede ser altamente participativo, y el ciudadano común no puede tener mucha influencia sobre el.12

A este respecto bien podríamos considerar lo que Carbonell retoma de Roberto Saba, al referir que dar poder al pueblo para que decida cuestiones públicas directa o indirectamente sin darle la posibilidad de conocer toda la información necesaria para decidir, conduce a un proceso de toma de decisiones imperfecto que puede arrojar resultados fuertemente dañinos para la comunidad.13

 

III. Los problemas democráticos

En una democracia pluralista se presentan dilemas o conflictos entre principios fundamentales como la concentración o dispersión del poder, uniformidad y diversidad, etc, y son éstos los que a continuación planteamos como asuntos pendientes de la democracia.

El primer dilema. Los derechos versus la utilidad. La pregunta medular que se ha hecho a este respecto es si ¿han de juzgarse las soluciones exclusivamente sobre bases utilitarias, por sus contribuciones al bienestar, la felicidad, la satisfacción de necesidades, preferencias, voluntades de los humanos?, ¿No hay también cuestiones de derechos que son independientes en última instancia de consideraciones utilitarias, o que por lo menos no pueden solucionarse sobre bases utilitarias?  Ante estos cuestionamientos, Sartori responde que parece imposible descubrir un derecho que pueda justificarse razonablemente, soslayando por entero sus consecuencias por el bienestar de las personas afectadas por el ejercicio de ese derecho, incluyendo al poseedor. Sin embargo, es igualmente no razonable sostener que los derechos siempre dejan el paso a consideraciones utilitarias. ¿Podemos justificar la ejecución de prisioneros inocentes a fin de establecer un ejemplo a los demás?, ¿No es esta una violación a un derecho humano tan fundamental que no puede justificarse sobre bases utilitarias?

El segundo dilema. Un demos más exclusivo versus un demos más inclusivo. Respecto a este segundo planteamiento, en la práctica todo demos es exclusivo, lo que significa que ningún demos, no importa que tan grande sea,  ha incluido a todos los seres humanos, simplemente no hay ni nunca habrá una asociación  de todos los seres humanos gobernados por el proceso democrático, o un solo gobierno. Sostener que un demos más inclusivo es mejor que uno menos inclusivo es una contradicción, ya que ningún demos ha incluido a niños, por ejemplo.

El tercer dilema. Igualdad entre individuos versus igualdad entre organizaciones. Aquí la pregunta central que se hace es ¿Es justificado permitir la igualdad de votación entre organizaciones, a expensas de la igualdad entre los ciudadanos individuales? En un pluralismo corporativo los votos cuentan pero los recursos de las organizaciones son las que deciden. En una democracia consocial se permite que uno o varios grupos vete las políticas que sus líderes consideren dañinas. Esta última democracia requiere unanimidad entre ciertos agregados sociales importantes y sus organizaciones. Se sostiene que estos argumentos están justificados, no sólo debido a su utilidad para obtener un consentimiento amplio en una sociedad segmentada, sino también porque garantizan el derecho de cada grupo a que sus intereses fundamentales sean tomados en cuenta.

El cuarto dilema. Uniformidad versus diversidad. Aquí entran en juego cuestiones como la justificación al derecho de la propia identidad, cultura, etc, pero la uniformidad es deseable porque no todas las diferencias entre los seres humanos son cuestiones de derecho o tienen buenas consecuencias. Cuando las diferencias infringen derechos básicos, la apreciación de la diversidad se tambalea. También está la cuestión del nivel en que deberían de permitirse o protegerse la diferencia.

Lo que puede justificarse, nos dice Sartori,14 desde una perspectiva anterior como una diferencia adecuada, una diversidad deseable o inextirpable, se vuelve una desigualdad, discriminación, injusticia, inequidad injustificables. Si la diversidad es deseable, lo mismo sucede con la uniformidad.

El quinto dilema. Centralización versus descentralización. La centralización pone recursos en manos de seres humanos específicos en el centro, personas con metas propias. Descentralizar es asignar recursos de influencia lejos del centro y así canalizarlos a otros seres específicos. El problema es, desde luego, que estos actores pueden no dedicar sus recursos simplemente al objetivo ostensible del ejercicio, para ver que las metas prescritas de la organización se alcancen más eficientemente. También pueden utilizar sus recursos para sus fines particulares.

Lo que también nuestro país ha vivido como experiencia es que la asignación de grandes recursos al centro puede conducir a una pérdida de control de parte de los ciudadanos; o, inversamente, como es la situación actual, asignar recursos lejos del centro a subsistemas más autónomos como los municipios, puede conducir al impedimento del dominio de parte del centro, pero también, puede permitir la dominación dentro de cada subsistema. Por lo que resolver sobre una u otra opción no es problema simple en la vida política, ya que, la descentralización como forma de organización administrativa surge de la necesidad de imprimirle dinamismo a ciertas acciones gubernamentales mediante el ahorro de pasos que implica el ejercicio del poder jerárquico.15

Sexto dilema. Concentración versus dispersión del poder y recursos políticos. El caso de los liberales estadounidenses que alentaron, apoyaron y consumaron el cambio de recursos a la Casa Blanca, lo cual facilitó finalmente la creación de una presidencia imperial, representa un antecedente. En el siglo actual, sigue observándose la concentración de poder en la rama ejecutiva y en las burocracias centrales.

Si se toma en cuenta que entre mayor es la dispersión de recursos y poder mayor democracia, el problema es la ejecución uniforme de una política deseable, ya que no puede lograrse una uniformidad sin centralización, y una centralización requiere de una concentración de poder y de recursos, presentándose aquí la disyuntiva.

En el caso de los regímenes presidenciales, donde se hace más patente la concentración de poder, algunos teóricos sostienen que el proceso político lo vuelve bastante rígido, en tanto que sistemas como el parlamentario lo vuelven flexible.

Para Linz, los partidarios del presidencialismo pueden argüir que esta rigidez es una ventaja, porque actúa como salvaguardia contra la incertidumbre y la inestabilidad, tan características de la vida parlamentaria.16

Finalmente, para evaluar el funcionamiento de las democracias acudimos a Buigham Powell, quien recurre a tres indicadores: A. La estabilidad o vida del ejecutivo. B. El abstencionismo. C. La ausencia de violencia a gran escala.

La primera sólo muestra el poder del ejecutivo sobre el legislativo; el segundo sólo es un aspecto tangencial del funcionamiento en sí; y, el tercero, es una circunstancia muy rara en el conjunto de nuestras democracias, según Liphart.17

Lamentablemente, en pleno siglo XXI, nuestra democracia no nos ha hecho vivir en un estado pleno de derecho, a pesar de la constitucionalización de derechos. Es importante, como conclusión, recordar que la Constitución equivale a una especie de sinónimo jurídico de esencia jurídica de la democracia.

La eficacia de la democracia descansa en su sistema de controles, nos dice Nava Gomar, y los controles tradicionales resultan insuficientes; la tradicional tríada  diseñada por los clásicos no basta para que los poderes se controlen así mismos, de ahí que la participación ciudadana crezca con ahínco y se dibujen medios de control individualizado para que el ciudadano exija rendición de cuentas y haga valer sus derechos por sí mismo.18

 

1. SARTORI, Giovanni, Teoría de la democracia. Los problemas clásicos, México, Alianza Editorial, 1989, p. 605.

2. VALADÉS, Diego, Constitución y Política, México, UNAM, 1994, P. 24.

3. TOCQUEVILLE, Alexis de –J. S. Mill, Correspondencia, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 17.

4. Enciclopedia Rialp, p. 375.

5. PLATÓN, Diálogos, México, Ed. Porrúa, 1979, Colección Sepan Cuántos, Número 13, p. 578.

6. SARTORI, Teoría de la democracia, Op. Cit.., p. 348

7. DE AQUINO, Tomás, Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes, citado por Francisco Leonardo Saavedra, En torno a la democracia, México, Revista Quórum, año 1, no. 1, Diciembre 1992, pp..73-78.

8.SHUMPETER, Capitalismo, Socialismo y Democracia, citado por Francisco Leonado Saavedra, Op. Cit., p. 76.

9. DALH, Robert A., Los dilemas del pluralismo democrático, México, Conaculta, Alianza Editorial, 1991, p. 107.

10. MOUFFE, Chantal, Liberalismo, Pluralismo y Ciudadanía Democrática, México, IFE, Colección Temas de la democracia, Serie Ensayos, Núm. 2, 1997, p. 17

11. DALH, Robert A., op. Cit. P. 108

12. DALH, Robert., A., Op. Cit., p. 22.

13. SABA, Roberto, “El derecho de la persona a acceder a la información en poder del gobierno”, Derecho comparado de la información, México, número 3, enero-junio 2004, p. 158, citado por MIGUEL CARBONELL, en El acceso a la información como derecho fundamental, pp. 3-18, en Democracia Transparencia y Constitución: propuestas para un debate necesario

14. DALH, op cit.. 102-103.

15. MARTÍNEZ MORALES, Rafael I., Derecho Administrativo, México, Ed. Oxford, Diccionarios Jurídicos Temáticos, Segunda Edición, vol. 3, 2001, p. 68.

16. Linz, J. Juan., Los dos rostros de la democracia, FACETAS, Washington, Número 92, 2/91, pp. 21-27.

17. LIPHART, Arend, Las democracias contemporáneas. Un estudio comparativo, Barcelona, ed. Ariel, p. 21.

18. NAVA GOMAR, Salvador O., El derecho de acceso a la información en el estado mexicano. Apuntes de caso para su constitucionalización, México, UNAM, 2006, en Democracia, Transparencia y Constitución: propuestas para un debate necesario, op. Cit., pp.45-61.

 

 

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